jueves, 12 de julio de 2012

La Calesita


Como un espiral giraba el volante, y en sentido contrario la taza parecía flotar. Las risas de las niñas resonaban en todo el parque, creando ecos en los lugares vacíos.
  Ninguna quería detenerse, pero de repente, Keyko, dejó de reir. Su sonrisa se extinguió, algo muy raro en ella, y sus manos apretaron fuertemente aquellos profundos ojos verdes, acompañada de una mueca de molestia.
  Nuria, su hermana, era rubia, muy blanca y sus labios rojos le resaltaban de la cara. Mantenía siempre en su rostro, esa mirada de tranquilidad. Sin duda no era una persona que se agitara fácilmente. El problema era su manera de actuar, claramente tenía  manos torpes y dos pies izquierdos. Pero su hermana la necesitaba y ella bien sabía que no podía dejarla.
  Frenó la calesita despacio porque cualquier movimiento brusco podía dañar aquel frágil cuerpo, y la levantó con facilidad aun cuando era apenas 1 año más grande que ella.
  La llevó hasta un banco y la recostó mientras le preguntaba como estaba. Keyko no emitía palabra alguna, sus ojos permanecían cerrados.
   Dos minutos después, cuando Nuria ya comenzaba a angustiarse, Keyko abrió los ojos y junto con ellos pegó un grito:
-          ¡¡Buuuuuuuu!!.... ¡Jajajajaja, te asusté!
  Nuria quedó boquiabierta, de verdad la había asustado. Enojada, se dio media vuelta y empezó a caminar en sentido contrario a donde se encontraban. Pues bien, pensó, si su hermana tenía los ánimos para hacerle esas bromas, más le valía tenerlos para encontrar a su madre entre el gentío. Apurando el paso llegó a la montaña rusa. Ahora que no estaba con Keyko podría subir.
  Tiempo más tarde se arrepentía de su decisión. Ya había buscado en la casa embrujada, en el tren fantasma e incluso en la casa de los besos, ¡a una niña de diez años en la casa de los besos!
   Temía avisarles a sus padres, pero el problema la superaba. Ellos le habían advertido que estaba a cargo Keyko, y que si le daba un ataque de pánico, ante cualquier circunstancia, acudiera al café en donde se encontraban. Y ahora había dejado a su hermana sola en un mar de desconocidos.
   A lo lejos, una mancha violeta despertó su esperanza. Se atisbaba a Keyko, con su vestido ondeando y una paleta en la mano, salticando hacia ella, acompañada de un apuesto muchacho. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario