jueves, 12 de julio de 2012

El Zapato Incomodo

 Llegó el día. ¡Pobre muchacho! Esa sonrisa ingenua que en poco tiempo desaparecerá transformándose en una mueca de asombro, disgusto y dolor. Ya tenía el compromiso asumido cuando me enteré de lo que en realidad pasaba. Y ahora me encuentro acá, a pasos de quien puso en mí, aún sin saberlo, una carga que me ha hecho replantear mi vocación.; Llegó el día, el más feliz de mi vida. Tanto tiempo esperando para esto, y ya estoy aquí, enamorado de la mujer que me va a hacer el hombre más feliz del mundo. Mi hermano, pero ¿qué digo mi hermano?, amigo y padrino de mi boda, está a mi lado. Lo noto un poco incómodo, pero me da la confianza que necesito para afrontar esta incomodísima situación en la que, estando al lado del novio en el altar me arrepiento de no haber hablado antes con él, pobre desdichado. Tomé a la ligera el secreto que conozco y ahora pesa en mi alma. Las vi. Juntas, madrina y novia, y me refiero a “juntas” con todo lo que implica esa palabra; parecían locas de amor una por la otra; no tuve el valor de contárselo a mi hermano, espero que el sacerdote haga algo después de mi confesión; pero me preocupa ver que la ceremonia siga como si nada... Me vio, nos vio juntas. Cuando al fin podía liberar el secreto que escondía en mí desde chica, nos vio. No puedo explicar con palabras lo que sentí cuando los ojos de mi futuro cuñado se clavaron en nosotras y ahora la marcha nupcial anuncia mi entrada. Con pasos lentos y la cabeza gacha recorría el pasillo, se veía tan rara con ese vestido… o con cualquier otro. El miedo persistía en su rostro, no creí que fuera capaz de hacerme esto, prometió renunciar a este infeliz que por hermano tengo ¿por qué no sonríe? Debe estar nerviosa, pero yo también lo estoy y sin embargo mi felicidad se refleja en una sonrisa. Ya quiero dar el sí… “Hermanos, estamos aquí reunidos para celebrar el casamiento de…” Las palabras salen solas, suerte que estos años de oficio me ayudan a disimular los nervios y el disgusto en este momento. Así, cuando lo diga, podré sacarme estos zapatos baratos que compré en la subasta de Coca. Nunca me dio buena vibra esta muchacha, pero si hace que mi hijo se mude y me quede sola en casa, vaya y pase, yo les compro el anillo y les pago el departamento. Hermanos… en este momento les pregunto: Francisco Luiso Tita ¿acepta por esposa a Martina Francisca Rodesia? Sí, acepto. Martina Francisca Rodesia ¿acepta por esposo a Francisco Luiso Tita? Sí, acepto. Ahora sí, es mi momento; si alguien se opone, hable ahora o calle para siempre.¡Yo me opongo! ¡Yo me opongo! ¡Yo me opongo! ¡Ah, la flauta! Al fin pasa algo emocionante desde que entré a la iglesia y que un cura se oponga en una ceremonia además de los padrinos es de no creer… Dios salvador, perdóname este pecado y los de esta pobre gente, hubiese preferido no oír esa confesión y permanecer en la ignorancia; pero dada la situación no puedo ignorar los acontecimientos pasados y sí que pasaron… Y vos, cara rota, víbora, bruja, oponerte sin vergüenza acá, enfrente de todos, en plena ceremonia; después de todo este tiempo viéndola a escondidas y todavía no asimilaste que es la mujer de tu hermano… Y perdón hermano, sé lo importante que podría haber sido para vos encontrar a la mujer; pero te equivocaste. No lo veas como una traición ni busques una explicación. Los hechos suceden y a mí me tocó solo ser parte de ellos. ¡La concha mía! Jacinta, mi hija ¿lesbiana? Francisco, mi hijo ¿cornudo? No puedo controlar los nervios y la desesperación que me atacan… ¡y para colmo estos zapatos que me estrujan los dedos! No me arrepiento de nada. Merezco estar en esta patrulla como ella, la que parí, merece estar camino a la morgue con mi incómodo zapato clavado en la frente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario