jueves, 12 de julio de 2012

El Caballero



 Creí que no llegaría, pero al fin lo hice. Aunque estaba un poco impresentable, no me preocupé mucho, porque en el compartimiento del tren solo éramos dos, y al parecer, mi compañera estaba dormida. El viaje sería rápido y tranquilo.
Pero de repente noté que no estábamos solos y un escalofrío me recorrió el cuerpo. ¡Un ratón!, un ratón se había escondido entre mi ropa, y aunque no estoy seguro de como llegó allí, supongo que lo hizo en el establo mientras esperaba a ese maldito coche que nunca llegó.
¿Qué podía hacer? Di pisotones y me sacudí, pero el ratón no se movió.
Tenso, estuve pensando qué hacer, pero la idea de quitarme la ropa frente a una dama, porque ella podría despertar, me parecía terrible.
Pasó un rato y yo no podía dejar de moverme para que el ratón saliera de mi ropa, pero por el contrario, se aferró a mi pierna y me dio un mordisco.
Sin pensarlo más tiempo, sujeté mi manta a una rejilla para formar una cortina que tapara mi parte del compartimiento. Estaba muy avergonzado.
Con tranquilidad me quité la ropa para liberarme del intruso, pero tras un mal movimiento, la manta se soltó y cayó. El corazón se me paró. ME abalancé hasta la manta y la tomé tapándome rápidamente. La dama se había despertado ni bien la manta toco el suelo. No sabía qué decirle, ¿Me habría visto?
Hablé rápido diciendo que había atrapado un resfriado. Ella me contestó, sin sorprenderse, y luego me ofreció un poco de brandy para la enfermedad. Le dije que no, no estaba en condiciones de moverme mucho.
Pensé en advertirle del ratón, pero lo hice con tacto, preguntándole si éstos la asustaban, a lo que me respondió que si no eran muchos, no le molestaban.
Como estaba tranquila le conté lo que me había ocurrido y quise explicar el porqué de mi desnudez, pero ella siguió hablando de mi resfriado.



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