jueves, 12 de julio de 2012

La Dama



 El tren disminuyó su marcha hasta detenerse por completo.
Un amable hombre me insistió para ayudarme con mi equipaje, me acompañó a mi asiento, le di las gracias y se retiró.
Había sido una mañana agitada y estaba muy cansada, asique decidí tratar de descansar un poco para que el viaje sea mas llevadero. Cerré los ojos y me hundí en un profundo sueño.
Desperté súbitamente a causa de unos extraños ruidos. Mientras intentaba determinar a qué se debían, una voz habló:
-Creo que he atrapado un resfriado.
Me sorprendió lo que dijo, pero recordando los consejos de mi abuela para los resfriados, le pregunté si no quería un poco de brandy.
Me respondió que no y al cabo de un breve silencio me hizo otra pregunta:
-¿Le asustan los ratones?
Esa pregunta me extrañó mucho, pero le respondí.
Entonces comenzó a contarme la historia de un ratón que se había metido entre su ropa; justificando su resfriado. Me pareció una excusa muy rara, asique bromee un poco.
Él se calló y no hablamos por un rato, hasta que noté que el tren comenzaba a detenerse, por lo que lo comenté.
Se escucharon varios ruidos, pero ninguna respuesta.
Cuando el tren frenó, le pedí a mi acompañante que me ayudara a conseguir un portador, para que me llevara a un taxi. Es difícil andar sola por las estaciones de trenes cuando se es ciego, y no estaba en mis posibilidades llegar tarde a mi clase de braille.

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